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Un cole con mirada violeta.

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Hay que entender la Coeducación como un método de intervención educativo que va mucho más allá de una educación mixta y cuyas bases se asientan en el reconocimiento de las potencialidades individuales de niñas y niños, independientemente de su sexo.

Coeducar es, por tanto, educar desde la igualdad de valores, oportunidades y trato a las personas.

La línea fundamental que debe inspirar el II Plan de Igualdad en la escuela es la de preparar a los alumnos y alumnas para participar activamente en la vida social y cultural.

No debemos olvidar que la igualdad no es la eliminación de las diferencias, sino la ausencia de discriminación por la existencia de esas diferencias.

Para conseguir una auténtica  enseñanza coeducativa hay que partir no sólo de la igualdad de los individuos, además es necesario introducir en el currículum escolar y en las relaciones en el aula un conjunto de saberes que han estado ausentes de ellos, así como una mayor valoración de las actitudes y capacidades devaluadas hasta ahora, que deben ser convertidas en conductas a proponer tanto para las niñas como para los niños.

Las maestras y maestros, como formadores de la futura sociedad, debemos tener en cuenta que el principio básico para desarrollar una convivencia de calidad es la igualdad entre el alumnado.

Educar significa promover el desarrollo integral de la persona por lo que resulta necesario favorecer ese valor entre el alumnado para superar las limitaciones impuestas por el género a través de un trabajo sistemático de la Comunidad Educativa.

Desde la familia y en la escuela se proporcionan modelos de conducta y se imponen comportamientos que los medios de comunicación y el grupo de iguales les refuerzan.

              Por ello, el proceso de coeducación comienza en la familia y la escuela,  siendo los primeros espacios de socialización desde los cuales se compensan los desajustes de origen diverso, como aquéllos que provienen de prejuicios sexistas que pueden incidir en el desarrollo de los niños/as en sus primeros años.

Desde la escuela se han de identificar las diferencias entre hombres y mujeres, no sólo físicamente, sino también en los diversos ámbitos de la sociedad y hacer una reflexión y crítica sobre aquellos aspectos que generan discriminación entre las personas por el simple hecho de ser de distinto sexo.

 

Durante nuestra vida, aprendemos a comportarnos como las demás personas. Repetimos conductas que aceptamos como válidas, por costumbre, porque así nos las enseñan desde la infancia, aunque algunas de ellas se basen en prejuicios y provoquen la indefensión de quienes se muestran diferentes. Si creamos oportunidades de igualdad, avanzaremos en una sociedad más igualitaria y erradicaremos la violencia.

Desde la escuela se educará para la igualdad, la paz, la cooperación, la libertad y la solidaridad.

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